El pasado fin de semana se celebró el Día Internacional del Libro y en la Cuna de Cervantes hubo eventos con sabor cervantino para todos los gustos. Entrega del Premio Cervantes, conciertos, firmas de libros en la Feria, rutas literarias, visitas guiadas, etc.
El sábado asistí a la propuesta que el Real Jardín Botánico Juan Carlos I anunciaba para homenajear al escritor alcalaíno más universal. Un recorrido centrado en algunas plantas que hay en el Jardín y que se mencionan en la obra cervantina, encuadradas en el contexto histórico. El itinerario botánico-literario fue realizado por el director del Jardín Manuel Peinado Lorca que con su cercanía en el trato y sentido del humor demostró que instrucción y diversión no están reñidas.

No fue un recorrido que muestra de manera exhaustiva todas las especies que aparecen en «El Quijote», sino de las principales que crecen en el Jardín y que pertenecen a cuatro zonas de éste: el Arboreto Ibérico, el Parque de Flora Regional, la Huerta y las Escuelas de Flora Mundial.

Del primero habló de la flora del bosque mediterráneo y algunas especies aisladas propias de la flora atlántica que también se mencionan en «El Quijote», como el género Quercus, el palmito, la adelfa, el olivo, el haya, el acebo, y del género Pinus, especie, esta última, por la que inició la ruta, comenzando por explicar cómo en una de las Novelas Ejemplares llamada Coloquio de los perros (cuyo verdadero título es «Novela, y coloquio, que pasó entre Cipión y Berganza, perros del Hospital de la Resurrección, que está en la ciudad de Valladolid, fuera de la puerta del Campo, a quien comúnmente llaman Los perros de Mahudes»), Cervantes hace que un perro le comente a otro que viven 3 millones de habitantes en el país que tienen entre 14 y 65 años.
Era entonces España un país rural en el que la explosión de la navegación y las necesidades de madera para la construcción de barcos para la armada y el comercio, sobre todo de pinos y robles, perjudicó mucho a los bosques del territorio.

Es el caso del pino silvestre (Pinus Sylvestris), una especie cuyo tronco era muy apreciado para la construcción de mástiles por su altura y rectitud aunque no aparece en esta obra cervantina.
En la época en que Cervantes escribió «El Quijote», buena parte de la península estaba poblada por pinares, y abundaban Pinus pinea, P. sylvestris, P. pinaster, P. uncinata y P. nigra.
Sin embargo, cuando Cervantes habla de pinos (solo los cita una vez en en Quijote) lo hace en sentido figurado para referirse a varas o estacas, no hablando del árbol en sí, ni siquiera del bosque, pese a ser asentador de pinos (según María Moliner asentador es el hombre que, en los mercados de abastos, distribuye las mercancías compradas al productor entre los comerciantes detallistas), aunque sí lo hace en el conjunto de su obra donde son citados con más frecuencia.

En la última publicación que investiga la presencia del tema botánico en la obra cervantina, el científico del CSIC Ramón Morales Valverde expone el primer repertorio completo con 1.385 citas, 490 solo de El Quijote, en que aparecen nombres de plantas o alusiones a ellas o a productos vegetales y cultivos, o como recurso literario, sobre todo en su lenguaje poético, referidas a 184 especies, 116 de ellas recogidas en El Quijote.
En «Una flora literaria, el mundo vegetal en la obra de Cervantes», que nuestro guía no dejó de consultar, afirma el autor que el alcalaíno » conocía muy bien el medio natural en el que se movió durante los numerosos viajes que realizó a lo largo de su vida, mostrando un interés especial en el sentido práctico y utilitario de la vegetación».

En mi anterior publicación hacía referencia a la afición lectora de Cervantes que leía hasta «los papeles rotos de las calles», y aunque era un hombre de Humanidades, las ciencias también atrajeron su interés. Tenía conocimientos muy precisos de botánica que habría aprendido leyendo sobre todo del médico, naturalista, farmacólogo y catedrático en la Universidad de Alcalá entre 1536 y 1539, Andrés Laguna (1510-1559), la obra que escribió en 1544 “Annotationes in Dioscoridem Anazarbeum», fue un éxito en los siglos XVII y XVIII basado en la traducción al latín de la obra de Dioscórides que hizo su maestro Jean de la Ruelle, e impresa en Alcalá en 1518 bajo la supervisión de Antonio de Nebrija.
Andrés Laguna no se conformó con traducirla al castellano sino que la amplió, aportando comentarios, descripciones de usos y modos de aplicación, e incluyó nuevas plantas que ampliaron el texto original.

El citado Dioscórides era médico, farmacólogo y botánico de la Grecia romana que sirvió en el ejército de Nerón, y que como cirujano de campaña recorrió gran parte del mundo entonces conocido. Recogió todos sus conocimientos sobre plantas, usos y atribuciones medicinales en su obra «De Materia Medica», donde recopiló las descripciones y virtudes de unas 600 plantas medicinales, obra precursora de la moderna farmacopea que le valió convertirse en el farmacólogo y botánico de referencia del siglo I.
A ambos los menciona Cervantes en el cap. XVIII de la Part I, en aquella situación en la que Sancho propone a Don Quijote buscar las hierbas, supuestamente conocidas por éste, con las que alimentarse en un momento precario. «…que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna».

Del libro del científico Ramón Morales, que llevaba nuestro guía y que citaba constantemente, cito y retomo la especie con la que se había iniciado el itinerario donde se dice que del pino carrasco (pinus halepensis), la más abundante en la zona Mediterránea y en las zonas áridas de la mitad sur de España y, por supuesto, el más frecuente en La Mancha.
Aunque también se pueden encontrar en zonas abrigadas del centro peninsular ejemplares naturales, como en la comarca de La Sagra, donde está Esquivias, es posible que hace cuatro siglos fueran más frecuentes estos pinares naturales.
Del pino resinero (pinus pinaster) dice que en Ciudad Real se conoce un pinar famoso de pino resinero. De la resina de estos pinos, extraída mediante el proceso que se llamaba «sangrar los pinos», se obtenía uno de los productos más importantes que era la pez, que Cervantes menciona durante el asalto a la Ínsula Barataria que gobernaba Sancho, impermeabilizante indispensable para pellejos y botas en los que se transportaba y se almacenaba el vino. También viene al caso recordar la aventura del Don Quijote en la venta cuando confundió los cueros de vino con gigantes (cap. 35 part. I).
De estos dos tipos habla Cervantes en El Quijote cap. XV Part I (solo los cita una vez), lo hace en sentido figurado para referirse a varas o estacas, no hablando del árbol en sí, ni siquiera del bosque «…me santiguaron los hombros con sus pinos…» Se usa esta palabra en sentido figurado, significando estacas. En toda la obra no hay mención alguna referente a pinares ni a otra especie del genero Pinus (Pináceas).

Y por último del pino piñonero (Pinus pinea) el de las piñas grandes, dice que sus piñones son la semilla y que puede llegar a alcanzar una gran altura.
Es muy frecuente verlos en la costa suroeste. También se llama aparasolado por la forma que suelen presentar los pinos viejos de esta especie, con una copa redondeada y amplia que ofrece buena sombra. Muy comunes en la provincia de Albacete y en zonas de suelo arenoso del centro peninsular.
Solo es mencionada esta especie en dos ocasiones en toda la obra cervantina, ninguna en El Quijote. Otras especies de este género que no aparecen en la obra cervantina también se explicaron durante la ruta al ponerse en nuestro camino en busca de aquéllas como el pino negro y el pino silvestre.

En el Parque de Flora Regional también habló de los bosques de ribera. De sauces, fresnos, olmos, chopos, etc., así como ejemplares de orlas espinosas propias de las riberas como zarzas y hiedras.
Y en la huerta se detuvo en las plantas comestibles que se mencionan en «El Quijote», referidas a dichos y costumbres como a alimento de los protagonistas de la obra, garbanzos, zanahorias, higos, nísperos, ajos, cebollas, avellanas y otras.

Y para el final, en las Escuelas de Flora Mundial se refirió a los arbustos que aparecen en la obra y que son bastante conocidos, como aulagas, jaras, romeros o retamas, y otros que Cervantes cita por su uso como ornamento o en la confección de guirnaldas, caso del tejo, laurel, ciprés, jazmín y rosa.
Se hizo mención de la miel que producen las colmenas en el recinto, una producción natural y libre de productos ajenos al proceso que se puede adquirir en la tienda del Jardín junto a publicaciones de la universidad, camisetas, agendas, pins, etc.

Como sería un trabajo arduo reproducir todo el itinerario de dos horas largas lo dejaré aquí, pero no sin recomendar cualquiera de los paseos que el Jardín propone a lo largo del año (uno al mes), segura de que no quedaréis defraudados.
El Jardín es un lugar excepcional que cada estación ofrece un paisaje diferente. Las rutas por su vasta extensión cunden como si fuera un día de campo, y las explicaciones que los guías imparten son tan amenas que dejan con ganas de más.
Horarios: De 1 de abril a 31 de octubre abierto todos los días (laborables, sábados, domingos y festivos). LUNES a VIERNES de 10:00 a 13:00h. SÁBADOS, DOMINGOS y FESTIVOS de 10:00 a 14:00h. Agosto cerrado.
De 1 de noviembre a 31 de marzo abierto laborables, sábados y festivos (excepto 24, 25 y 31 de diciembre, 1 y 6 de enero) LUNES a VIERNES de 10:00 a 13:00h. SÁBADOS y FESTIVOS de 10:00 a 14:00h.
Entrada general 4 €, reducida 2 €, gratis mayores de 65 y otros colectivos consultar en https://botanicoalcala.es/tarifas/
@complumiradas