Siempre por estas fechas es inevitable citar el refrán «por San Blas, la cigüeña verás», aunque habría que hacer una variación «por San Blas, la cigüeña más rezagada verás» pues hace ya semanas que venimos observando algunos ejemplares surcando los cielos complutenses, hecho que no es de ahora.
A finales del siglo pasado ya se decía que la cigüeña era la reina de los cielos alcalaínos desde enero hasta agosto, de la Epifanía a San Bartolomé, y a veces se veían antes de Navidad.
En estos años he compartido en IG numerosas publicaciones sobre las cigüeñas alcalaínas porque la ciudad mantiene desde hace mucho un vínculo especial con estas grandes zancudas gracias al gusto de éstas por habitar los lugares elevados del casco histórico complutense, que pone a su alcance numerosas torres, espadañas, campanarios, murallas y torreones.
En Alcalá se encuentra una de las tres mayores colonias urbanas de cigüeñas de España y por ello sus nidos, y ellas mismas, se consideran parte del patrimonio alcalaíno y reciben el mismo tratamiento que el patrimonio histórico que llevó a la ciudad a ser incluida en la lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Conseguir una convivencia entre ambos patrimonios, el histórico y el natural no ha sido fácil.

Las cigüeñas son imagen de Alcalá desde que Arsenio E. Lope Huerta (1943-2021), abogado y alcalde de Alcalá entre 1983-1987, utilizó por primera vez la denominación «Alcalá de las cigüeñas» en un artículo publicado en el semanario Puerta de Madrid el 25 de marzo de 1978, incorporando otro apellido a la ciudad, que ya lo era de Sant Yuste, de Henares, del Saber … Desde entonces empezó a repetirse en todo tipo de publicaciones y artículos. Para los viejos alcalaínos de entonces “las cigüeñas traían un cierto sabor de infancia», infancia en la que aún no habían aparecido pantallas hipnóticas y en la que mirar por la ventana era un pasatiempo, y esperar ver la llegada de estas aves una señal.


Las cigüeñas ya estaban aquí cuando Alcalá ni siquiera era Complutum. Entonces comían en la ribera del Henares, y anidaban en las copas de los álamos y olmos. Después se nutrieron en los campos de cultivo y se acomodaron a la presencia humana, levantando sus nidos también sobre tejados y campanarios.
En aquellos años setenta desaparecieron siete nidos de los edificios complutenses por considerarlos una amenaza, y ante la insistencia de las aves en volver a levantarlos no hubo más remedio que hacerles caso y esforzarse por convencer a los vecinos y, sobre todo, a quienes las tenían sobre sus tejados que las cigüeñas habían elegido quedarse entre nosotros y había que integrarlas y protegerlas. Hoy parece obvio, pero entonces parecía una cuestión poco seria dedicar tanto esfuerzo a unos animales culpables de originar goteras y dañar campanarios.
Fue también Lope Huerta, junto a unos pocos alcalaínos, los que empezaron a mirarlas con ojos protectores y solicitaron incluir en los programas electorales un capítulo para salvar los nidos de las cigüeñas como se salvaba el patrimonio cultural de Alcalá. Félix Díaz del Campo hizo el primer catálogo de los nidos existentes. En 1974 había sólo ocho nidos en Alcalá y casi una década después se habían multiplicado por tres, y eso a pesar del acoso permanente que sufrían por parte de los propietarios de los edificios, mayormente religiosos, sobre los que se levantaban un San Blas tras otro.
Entre las medidas que se tomaron para intentar cambiar las cosas y la mentalidad, en 1985 se multó a las Agustinas por retirar ilegalmente el nido de la espadaña de su convento, a la vez que se les dio una subvención para que pagaran la multa. Su finalidad pedagógica era evitar que ese hecho volviera a repetirse. En 1986 se colocó la primera plataforma artificial sobre la torre de Santa María y se recolocó el nido ya existente sobre la misma. En 1987 se puso una rueda de carro sobre la boca de la chimenea de la vieja cerámica de los Pinilla para favorecer la instalación de un nido de cigüeña sobre ella.


No siempre las partes implicadas se pusieron de acuerdo. Desaparecieron los 8 nidos que hubo sobre las ruinas de la Iglesia del Colegio de Caracciolos cuando se rehabilitó en 1997 al colocarse una cúpula de pizarra pero no plataformas artificiales que sustituyeran a los salientes de la ruinas.
En el 2000 tuvo lugar lo que la prensa llamó el «ovicidio de la Magistral» al realizarse unos trabajos con las campanas en la torre de San Justo en plena época de cría, provocando el abandono de los once nidos que había. Se perdieron más de cuarenta huevos.
En 2001 las Catalinas tuvieron tantos problemas con el nido de su espadaña que para evitar que volvieran a construir en ella la cubrieron de azulejos blancos, superficie resbaladiza que imposibilitaba siquiera que se posaran las aves.
Y aún hoy continúa habiendo desencuentros. El año pasado con motivo de las obras del oratorio de San Felipe Neri se retiraron tres nidos históricos, uno de ellos con ochenta años de antigüedad, y se colocaron cables disuasorios alrededor de la espadaña por seguridad del edificio y de las personas que, sin embargo, pueden lastimar a las cigüeñas. El debate sigue abierto.



Pero en los últimos años también se han producido algunas noticias de más amable lectura que la pérdida de nidos.
En marzo del 2014 una pareja de cigüeñas anidó sobre el quiosco de música de la Plaza Cervantes. Un hecho excepcional porque nunca un nido tan céntrico había estado tan próximo al suelo, ni despertado tanta expectación.
En 2016, en el Hospital de Santa María La Rica, anidaba la abuela de todas las cigüeñas que vivían en Alcalá, se llama G18116 y tenía 28 años. Nació en 1989, fue anillada por el Grupo Dalma en Villaseca de Uceda (Guadalajara), a 37 kilómetros de aquí, y tuvo, al menos, 39 cigoñinos.
En 2020 se publicó el caso de una cigüeña sueca que por segundo año consecutivo se posaba en las antenas del barrio de Venecia y ocupaba uno de los nidos del Colegio de Málaga, lo que atestigua la procedencia europea de los ejemplares que anidan en Alcalá.


Buscar el equilibrio es la clave, y para ello un correcto mantenimiento anual y la colocación de estructuras especiales en los tejados para que puedan anidar es fundamental.
El municipio cuenta con una ordenanza que regula la protección y la gestión de los nidos: se aligera el peso cuando es preciso, fuera del periodo reproductor, se colocan nidos artificiales donde sea necesario, y se recogen los pollos caídos del nido o heridos, soltándose después en un acto público y didáctico integrado por escolares, buscando así despertar la simpatía y el respeto hacia estas aves, y crear conciencia sobre el cuidado del medio ambiente desde la infancia.
El año pasado se devolvieron 15 ejemplares de cigüeña blanca recuperados por GREFA en la Isla del Colegio.
Históricamente los edificios del casco urbano han contado con uno o varios nidos. Y el crecimiento de las parejas ha ido incrementándose desde los años 70, con menos de diez parejas, hasta las diez o veinte en los 80, que alcanzaron en los años 90 hasta ochenta parejas.
En 2019 se ocuparon 122 nidos de los 144 existentes, aunque solo 82 consiguieron criar. En 2020 había unas 130 parejas reproductoras.
El aumento constante desde los años 80 se debió a la apertura del vertedero de la Mancomunidad de Municipios del Este situado en el término municipal, una fuente de alimento muy accesible y causa de que algunos ejemplares ya no migraran en busca de sustento.
El año pasado el Ayuntamiento informó que había 109 parejas, de las que 101 eran reproductoras.
Tras la clausura del vertedero se puso en marcha un proyecto pionero para mantener su población, consistente en la ubicación de un punto de alimentación con seis comederos, cuya estructura permite el acceso de las cigüeñas al alimento, pero se lo impide a otras aves.

Hace años el diario ABC señalaba donde estaban los diez mejores tejados de España para ver cigüeñas, y entre ellos estaba la popular espadaña de la Capilla del Colegio Mayor de San Ildefonso, donde, aún hoy, se encuentran los nidos más emblemáticos y fáciles de ver de Alcalá por estar en la Plaza Cervantes, lugar idóneo para ver otros edificios con nidos como la sede de la Sociedad de Condueños, la Capilla del Oidor, la Torre de Santa María, el Ayuntamiento con sus #cigüeñasyoutubers, el Colegio de Abogados, el Colegio de Málaga, el Colegio de Carmen Calzado y el Convento de las Agustinas. Pero la concentración más espectacular de nidos se encuentra alejada de la plaza, en las ruinas del Palacio Arzobispal.
Lugar idóneo para observarlas en las diferentes etapas desde la construcción de los nidos hasta la crianza de los recién llegados. Son tantos los nidos y los ejemplares en cada uno de ellos que cuando los pollos crecen es un espectáculo impresionante ver tantas cigüeñas juntas.

Todo lo dicho justifica la existencia de una ruta turística llamada «la ruta de las cigüeñas» que recorre los edificios del casco histórico que cuentan con nidos.
Una iniciativa que pone el acento en las alturas de estas edificaciones y monumentos de gran belleza, y combina los conocimientos histórico-artísticos al uso con datos sobre la vida y costumbres de estas aves en el medio urbano, aportando a la ciudad un extra que la distingue de otras.
A continuación podéis verlo:
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