Fiestas de San Antón

Las primeras fiestas populares que se celebran después de Reyes son las fiestas de San Antón. En Alcalá esta fiesta despierta gran expectación el domingo siguiente al 17 de enero -festividad del santo- cuando la calle Mayor es tomada por toda clase de animales que, acompañados de sus dueños, la recorren para recibir los panecillos del santo y las bendiciones que un sacerdote, después de la misa, reparte a las puertas del Hospital de Antezana, conocido como el «hospitalillo».

San Antonio Abad fue un anacoreta egipcio (251-356) y santo de larga tradición cristiana que, quedó huérfano en plena juventud y decidió poner en práctica las palabras de san Lucas (XVIII, 22): «Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y sígueme…» lo que hizo en absoluta soledad y privaciones en medio del desierto donde murió a los 105 años.

Sus reliquias llegaron a Constantinopla desde  Alejandría doscientos años después de su muerte, y de allí fueron traídas por un caballero a la localidad francesa de Dauphiné. Custodiadas en el monasterio de Saint Antoine la Motte a donde un noble y su hijo, afectado de ergotismo (enfermedad producida por consumir pan de centeno contaminado con un hongo popularmente conocido como cornezuelo) peregrinaron en 1090. Tras su curación de tan terrible enfermedad que producía escalofríos en brazos y piernas y después sensación de quemazón hasta que se consumían las extremidades y acababan desprendiéndose del cuerpo, el noble creó la orden y el primer hospital, el cual tenía la paredes pintadas de rojo fuego, lo que contribuyó a que el ergotismo se conociera como el fuego de San Antonio, presente en la iconografía junto a otros atributos con que se suele representar al santo desde que gremios y cofradías empezaron a adoptar su imagen a partir del s. XIII. Los demás atributos eran el de la ancianidad, larga barba y báculo en forma de Tau, semejante a la cruz, o cosida a la túnica; un libro (biblia) que siempre leía; rosario ceñido a la cintura; un cerdo sumiso, símbolo del dominio del santo sobre la impureza que representaba este animal en la Edad Media; y la campanilla que llevaban estos animales que bajo la protección del santo se criaban en comunidad y servían para manutención de los hospitales y de la propia orden.

En el año 1214 llegó a España la Orden de San Antonio Abad o Antoninos, para atender a los  enfermos de ergotismo a los que dada la aparición en focos se les consideró contagiosos, aunque en 1146 ya funcionaba la primera casa para estos enfermos establecida en Castrogeriz (Burgos), reinando Alfonso VII de Castilla, donde sanaban los peregrinos europeos del Camino de Santiago afectados por esta dolencia. Su mejoría se debía a la sustitución en la dieta del pan de centeno -consumido masivamente en Centroeuropa- por el pan de trigo candeal que se producía aquí.

relicario-de-San-Antonio-Abad

 

Esta hermandad gozaba de privilegios reales como exención de tributar por recorrer los caminos del Reino pidiendo limosna para el sustento propio y de los hospitales. Allí donde llegaban se producía el mismo fenómeno, iban acompañados de cerdos y armaban gran alboroto tocando un tambor, cencerros y campanillas, mientras los limosneros recorrían calles y plazas pasando las bandejas petitorias (la demanda de San Antón). Los jóvenes recogían y amontonaban leña para alimentar las hogueras, se engalanaban caballos, mulos y asnos, y se elaboraban y bendecían dulces que se repartían para la «protección de las bestias», y de ahí la entrega simbólica del panecillo bendecido.

El costumbrismo y la tradición que arrastra la devoción hacia este santo es de una gran variedad cultural ya que se celebra por toda la geografía española y son numerosas sus particularidades locales. El patronazgo sobre los animales y las enfermedades de la piel, entre otros, han contribuido a que haya sido venerado en prácticamente todos los rincones del país desde la Edad Media, momento en que el santo adquiere fama como sanador de esta enfermedad.

calle-Mayor hospitalillo san anton

En Alcalá esta celebración es organizada por la Hermandad de San Antonio Abad desde los años 70, aunque la cofradía data de 1657, y fue suprimida en 1787, reinando Carlos III, a causa de las críticas de clérigos y seglares contra estas órdenes mendicantes y sus privilegios, aunque la Ilustración y el cambio de mentalidad que acompañó al s. XVIII también tuvo que ver. La desaparición de la orden no acabó con la advocación al santo ni con sus costumbres y ceremonias de veneración, ni con el culto que permanecieron latentes en multitud de tradiciones, posteriormente recuperadas.

Las cofradías representaban un apoyo importante en la sociedad desde la Edad Media en materia de educación y cuidado de enfermos y, por supuesto, como aglutinador del fervor religioso en todo tipo de manifestaciones entre las que estaban fiestas patronales como ésta de san Antón. 54 cofradías convivían en la ciudad complutense en el s. XVIII, aunque pasaban de 25.000 en todo el país.

Según el escritor complutense Fernando Sancho Huerta (1892-1976), que describe -en tono jocoso- algunos detalles de esta festividad en su obra Bagatelas, a principios del siglo pasado, la víspera del 17 de enero se celebraban unos fuegos artificiales primero en la Puerta de Madrid, y más tarde en la Plaza Mayor. La cofradía es descrita como una de «las más populares y rumbosas, la integraban honrados menestrales que se sucedían de padres a hijos, y a los cuáles se les exigía no solamente el amor y el culto al Santo Patrón, sino también un buen estómago y una decidida vocación por el cordero asado». Los vecinos se solazaban con los fuegos artificiales, la romería y la rifa del cerdo. El paseo de Zulema era el sitio elegido para la fiesta campestre. Al parecer, si el día era soleado la gente abarrotaba la Puerta del Vado y el incesante hormigueo llegaba hasta el Gurugú, donde se decía que se vendían las morcillas, longanizas y lomos más baratos, y así era siempre que se pudiese evitar el pago de consumos en el fielato instalado en la puerta del Vado. Todos los romeros procuraban burlar al «guardapuertas» y por esa razón -dice con ironía el escritor- se celebraba esa «romería de San Antón en un sitio donde no había más ermita que la del señor Anselmo, fabricante de la más sabrosa morcilla que había comido en su vida».

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La rifa del cerdo, otro acto tradicional de esta festividad, tiene su origen en el carácter benéfico que tenían los sorteos de estos animales que se criaban, como se ha dicho, en comunidad para manutención de la orden y sus hospitales. La presidían los cofrades y atraía a los curiosos. Cerca de la plaza de Abajo o de la Picota, situada en los Santos Niños, se colocaba un pequeño tabladillo, y en él un bombo pintado de verde en el que se encerraban las bolas, con forma de bellotas para estar en consonancia con el premio de la rifa, y en su interior un papelito con un  número. Ante todos se daba vueltas al bombo y se pedía una mano inocente que extrajera una bola con el número de la suerte del agraciado con el cerdo de San Antón.

También se prendían hogueras, no solo el día de la romería a las afueras de la Puerta del Vado, sino que los complutenses quemaban en su vecindario los enseres inútiles, maderas, sillas rotas, viejas esteras, y otros trastos almacenados en buhardillas y corrales o deshechos de los comerciantes como las cajas de sardinas. Según cuenta el escritor, «los munícipes terminaron por suspender estas fogatas callejeras a causa del arbolado y el pavimento flamante de algunas calles», aunque deja ver que también se fue perdiendo esta costumbre conforme fue aumentando el valor de las cosas viejas.

Este santo está presente en varios templos importantes de Alcalá, a parte del ya mencionado del Hospital de Antezana donde se encuentra la imagen de san Antón que para la celebración de esta festividad se saca al exterior y preside el desfile de los animales que son bendecidos por el sacerdote y reciben su correspondiente panecillo del santo, en la Catedral -Magistral uno de los quince relicarios que se custodian en la Cripta de los santos niños Justo y Pastor contiene una reliquia de San Antonio Abad. Se trata de una pieza de bronce dorado de 57 cm de altura con pie triangular y fanal troncopiramidal coronado con una cupulilla y una cruz que según diversos estudios está fechado en el primer cuarto del siglo XVII. Una pieza elegante y de gran calidad cuya fábrica sitúan algunos estudios en un obrador de la corte o de la propia Alcalá donde vivieron varias familias de plateros muy apreciados. La leyenda en el soporte de la reliquia dice: San Antonio Abad Ora Pro Nobis. El relicario procedía del Monasterio de San Bernardo, fundado por el arzobispo de Toledo D. Bernardo de Sandoval y Rojas que lo fue de 1599 a 1618. Muy proclive al culto de las reliquias, que también encargó numerosas piezas de plata y bronce para equipar el monasterio.

También en el retablo fingido de la ermita de San Isidro Labrador, construida en 1650 y convertida en parroquia en 1967, hay una imagen de san Antón. La ermita perdió su retablo mayor durante la Guerra de la Independencia y éste fue sustituido en 1885 por una pintura mural que ocupa todo el testero y que fue pintado por el polifacético Manuel Laredo, que fue alcalde de Alcalá y autor del conocido Palacio de Laredo, fingiendo la continuación de la propia arquitectura del edificio en un ábside semicircular abovedado, bajo el que se ubica un templete circular. Tanto la figura el santo a la derecha del retablo como patrono de los animales domésticos, junto a la de santa Bárbara, protectora contra las tormentas, a la izquierda encajan perfectamente en una ermita construida por los labradores en mitad de una era en honor de un santo labrador.

@complumiradas

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