Filomena en Alcalá (Parte 2)

Los-cerros-Filomena

Con los mismos ojos y las mismas cámaras con las que habíamos inmortalizado la hermosura provocada por Filomena inmortalizamos los excesos de la bajada de temperaturas.

El frío polar duró desde el día 11 hasta el 17 y las fotografías pasaron de documentar la nevada a documentar la catástrofe tras la helada. Cada mañana de esos días los complutenses impacientes nos levantábamos y mirábamos por la ventana como si fuera el «Día de la marmota», comprobando desanimados que el hielo seguía ahí.

Alcanzamos en Alcalá unas temperaturas que superaron a las que tienen en Moscú por estas fechas -entre -9º y -10ºC-. Inicialmente de madrugada llegaron hasta -14ºC, y en los días finales oscilaron entre los -9 º/0ºC de mínima siendo las máximas durante el día alrededor de los 5ºC .

Calle-Colegios-Filomena

Tener una pala con que despejar tu calle, o liberar tu coche atrapado fue durante aquellos días como tener un tesoro. En los días siguientes se agotaron. La imagen de gente empuñando palas o cualquier utensilio para despejar calles y hacer pasillos para acceder a los comercios y viviendas acentuaba aún más ese panorama posbélico.

Sin duda estábamos reconstruyendo, de nuevo, nuestras vidas cotidianas ya modificadas por la pandemia que seguía con elevados niveles de contagio tras las fiestas navideñas a pesar de las duras restricciones.

Las vacunas acababan de empezar a inocularse a los más mayores, así que el virus seguía provocando gran mortalidad.

Nueva-Alcalá-Filomena

Toda actividad estaba inmovilizada. Los centros escolares cerrados. Sin transporte público, intentar llegar al puesto de trabajo era una aventura arriesgada.

Llegar caminando, para el que tuviera esa posibilidad, sin ayuda de crampones o bastones era muy peligroso.

Se recomendó no salir de casa -otra vez- aunque entonces no hizo falta presionar mucho. Si no tenías equipamiento de montaña, salir a la calle era un deporte de riesgo y no estaban los servicios sanitarios como para acudir en auxilio en caso de caída.

Además, los sanitarios seguían atendiendo a los contagiados que conseguían llegar hasta los centros, a los que por otro lado era difícil llegar.

Muchos voluntarios se prestaron para llevar a enfermos de diálisis y a otros más delicados hasta ellos en sus 4×4, únicos vehículos que podían circular con seguridad.

Protección Civil hizo la compra de primera necesidad a las personas mayores o con movilidad reducida que lo solicitaron.

El ejército movilizó sus ambulancias y vehículos todoterreno para hacer traslados urgentes de personal y material al hospital y soldados de la BRIPAC ayudaron en la limpieza de calles.

En definitiva, la solidaridad se desató para intentar recobrar la «nueva normalidad».

Pudimos constatar que son estas situaciones extraordinarias las que nos ponen los pies en la tierra. Nuestra cómoda y organizada vida se apoya en un entramado tan complejo que ante los acontecimientos imprevistos quiebran y quedamos desamparados a merced de nuestras propias capacidades y de la solidaridad de nuestros semejantes.

Plaza-de-las-Bernardas--Filomena

Entre las imágenes apocalípticas también la belleza apareció como un rayo de esperanza en medio de la fatalidad.

Los carámbanos -peligrosos si te colocas bajo ellos- fueron los más efímeros de todos los fenómenos hermosos que nos brindó la helada, brillando bajo los rayos del mismo sol que en breve acabaría con ellos.

Los vimos salir de las bocas de las gárgolas del Palacio Arzobispal, colgando de las cornisas, de las ventanas, de las verjas, de los campanarios, de la vegetación. Un paseo por la ribera del Henares, fue como visitar el reino del hielo.

La desembocadura del caz, junto a la Isla del Colegio estaba helada, justo donde habitualmente decenas de ánades acuden al reclamo de las sobras de pan que les ofrece la gente. Y la humedad ambiental dio lugar a la cencellada, es decir que al congelarse las minúsculas gotas de agua la vegetación se cubrió de plumas y agujas de hielo de formas cristalinas de gran belleza.

También fue una gran alegría comprobar que, a pesar de la ventisca, algunos de los nidos de las cigüeñas complutenses seguían ocupados por sus inquilinas o merodeaban alrededor de ellos como si esperaran que el sol derritiera la nieve que los cubría.

Ronda-Fiscal-Filomena-(2)

Cuando subieron las temperaturas y las vías fueron despejadas, la luminosidad desapareció y dio paso al gris. Durante varios días pudieron verse montoncitos oscuros en muchas calles complutenses.

Eran los residuos que dejó la nieve caída descongelándose a su ritmo. Nieve sucia que adquiere ese color al mezclarse con el polvo acumulado en la superficie y pequeños desperdicios de la propia calle.

Como por estas latitudes no tenemos costumbre de tener nieve en la puerta de casa un día tras otro, ignorábamos cómo terminaría el proceso.

Sabíamos que un par de centímetros caídos al día siguiente ya no están, pero casi medio metro conservado por las bajas temperaturas es materia que dominan mejor en los países del centro y norte de Europa. 

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Filomena nos dejó, además de frío, incomodidad y pérdidas económicas, una nevada histórica que nos mostró una Alcalá cuya belleza no habríamos visto de ningún otro modo.  Cuando aquel 7 de enero felices imaginábamos que caería una cuarta de nieve, suficiente para pasar un buen rato en familia, lo que nos dejó fueron unas imágenes únicas.

Además de gente practicando deportes de invierno por las calles, contemplé la «estepa rusa complutense» con el Ecce Homo y el Malvecino a su lado desde la finca de los García, calles del casco antiguo vacías azotadas por la ventisca, gente caminando por calles con nieve hasta los tobillos y quitando hielo a golpe de pico y pala, entre un sinfín de momentos irrepetibles.

En definitiva, nos dio muchos disgustos, pero nos regaló un inolvidable fin de semana – el último antes de la vuelta al cole tras las vacaciones de Navidad- instalando una estación de esquí en cada barrio, y un álbum de fotos para la posteridad.

@complumiradas

¡Filomena a través de los ojos de Complumiradas!

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