El jueves Lardero, jueves de Compadres o jueves Gordo es el nombre con el que se conoce en diversas partes de España al jueves anterior al domingo de carnaval en que comienzan las celebraciones, que puede caer entre el 29 de enero y el 4 de marzo según marque el calendario.

En Alcalá, entre finales del s. XIX y principios del XX el jueves lardero o jueves de Compadres se colgaban peleles con los brazos en cruz de una cuerda que tendían de una casa a otra en la Puerta de Santa Ana, y que los chiquillos disfrutaban apedreando.
Era una costumbre que realizaban grupos de mujeres que se reunían para hacer los muñecos con ropas viejas que rellenaban de esparto y paja para luego mantearlos por las calles y plazas al grito de: ¡Al aire con él, al aire, al aire! O también ¡Arriba con el risión!, al tiempo que se les cantaban cancioncillas de burla y mofa.
Es lo que se llama el manteo del pelele, una tradición en la España de los s. XVIII, XIX y XX, de cuya celebración se hizo eco el pintor Francisco de Goya en una de sus obras. Por algunos testimonios de la tradición oral alcalaína se sabe que los chicos y los hombres intentaban arrebatar los peleles a las mujeres, y que éstas y las niñas les espantaban a escobazos.

Se trataba de representar, dentro de la permisividad de estos días, la inversión del orden establecido en el que el hombre es el responsable de que durante siglos la mujer haya quedado relegada a un segundo término en la sociedad.
En este contexto el pelele encarnaría el poder masculino y mantearlo sería una forma de ridiculizarlo y «vengarse» de la opresión a la que sometía a las mujeres a lo largo de todo el año.
Esta costumbre entroncaría con la de santa Águeda, que se produce en varias zonas de Castilla y León en febrero, y en las que por un día las mujeres son las que gobiernan.

Como el resto de las costumbres carnavalescas, el manteo del pelele dejó de celebrarse en Alcalá en las primeras décadas del s. XX. Se intentó recuperar hace 15 o 20 años por la Asociación Hijos y Amigos de Alcalá con la colocación de un pelele en la puerta de Santa Ana, pero por desconocimiento de la tradición, se produjo un aluvión de llamadas a la policía municipal informando de que se había ahorcado a un hombre. Por lo que no volvió a repetirse.
Lo que sí se recuperó con éxito fue la tradición de elaborar y mantear el pelele por la calle, que esta misma asociación llevó a cabo en 2019 de la mano del grupo musical Pliego de Cordel con gran éxito y acogida popular tanto en el desfile y manteo que realizan la mujeres por la calle Mayor, como en la interpretación de coplas de la tradición complutense, recuperadas por los músicos que acompañan al manteo y animan el domingo de carnaval.

Según la asociación, actualmente el manteo del pelele tiene otro significado. Se sacude uno de todo aquello que no nos gusta y se lanza bien alto para que se lo lleven los nuevos vientos que traen las fiestas de carnaval, anuncio de la llegada de la primavera.
El jueves Lardero también se acostumbraba hacer una romería. Se iba a pasear por el prado comunal que había junto a la Fuente del Cura, en el conocido como Paseo de la Dehesa -Dehesa del Batán, el actual barrio de Reyes Católicos-, y si el tiempo era bueno, sobre la hierba era obligado disfrutar de una deliciosa tortilla.
También se llegaba hasta las cercanías del Paredón del Milagro (en la actual Complutum), para disfrutar de aquellos parajes tan ricos en agua y del sonido apacible de la corriente que manaba de las fuentes. Fernando Sancho Huerta cuenta esto en sus «Bagatelas», y enumera las fuentes que había, además de la fuente del Cura, la de la Teja, la de la Salud y la del Juncal, que tenía amplios pilones, uno para abrevar el ganado y otro para lavadero.


Y para terminar, el jueves lardero por la noche se celebraba el baile de Compadres, el primero de los bailes del carnaval. Como en el resto de las celebraciones había que distinguir dos espacios: el carnaval popular o de calle y el carnaval de salón. Ambos compartían elementos básicos y comunes de la fiesta: la máscara, el disfraz, el baile, la música, la bebida y la comida, pero se celebraban de modo distinto.
El carnaval de salón era para la burguesía y la milicia que acudían al exclusivo y elegante baile del Círculo de Contribuyentes, en el Casino Militar, donde la entrada estaba restringida, o iban al Teatro Salón Cervantes, donde se organizaban los más concurridos. Para ello se quitaban las butacas y se convertía en salón, de ahí su nombre. Eran básicamente bailes de máscaras.

El resto de la población iba a los bailes públicos que se hacían en distintos locales del municipio previo pago de una entrada. Hubo salones de baile en la calle Santa Úrsula, en lo que luego fue el centro católico de Acción Social, y después estuvo el edificio del cine Alcalá y un bingo, levantado sobre el solar que dejó una preciosa casa palacio del s. XVII que fue derribada y que conocemos porque fue fotografiada por Baldomero Perdigón en 1963.

También hubo salones en la plaza de San Juan de Dios, en la calle Escritorios o en Santa María la Rica que tuvo un salón en lo que había sido la antigua iglesia del hospital y que servía para todo. Ya que los locales eran arrendados por sus propietarios a particulares o entidades para vacunaciones, elecciones, etc. y, por supuesto, bailes.
Los arrendatarios del viejo salón de Santa María la Rica, además del alquiler tenían que abonar al Ayuntamiento el 5% de la recaudación de todas las entradas que vendieran. Había entidades que se encargaban de organizarlos. Asociaciones como la complutense, los lazos de la amistad, y la sociedad de música de Alcalá, todas ellas fundadas en la década de 1870.

Textos e imágenes por @complumiradas