La calle Mayor

LA CALLE MAYOR DE ALCALÁ DE HENARES, EJE PRINCIPAL DE LA ALJAMA COMPLUTENSE

Para hablar del origen de esta calle hay que empezar por quienes la levantaron. A falta de testimonios arqueológicos que lo prueben, se especula con la idea de que la población judía llegó a la ciudad complutense al tiempo que se extendían por la Hispania romana. Aprovechando la estratégica ubicación geográfica de la villa, cruce de caminos por donde pasaba la calzada que unía Emerita Augusta (Mérida) con Caesar Augusta (Zaragoza), la población semita, alentada por las ventajas que suponía estar bajo la protección tanto del arzobispado de Toledo como de los reyes castellanos quienes otorgaban los mismos derechos la la población judía que a la cristiana, consideraron que en Alcalá se daban las condiciones que favorecerían la actividad comercial y se asentaron en su vía principal,  instalando en ella sus talleres y comercios. 

Es el Fuero Viejo, otorgado por el arzobispo Raimundo en 1135, el primer documento que testimonia la presencia hebrea en la ciudad, mencionando la existencia de la judería, muy probablemente establecida antes de que la villa fuera anexionada a Castilla, y regulando la coexistencia de las culturas mayoritarias de la época (cristiana, judía y musulmana). En él se dice que: «Todo judío que quisiere morar en Alcalá que lo haga según el Fuero y el que no quisiere que vaya en buenaventura donde desee».

Así en esta vía urbana se constata la existencia en el s. XII de una aljama que albergaba entre 150 y 200 familias de una extensión de unos 100.000 m2. que se habrían asentado en Alcalá y donde compraron y alquilaron casas, y ejercieron actividades como labriego, comerciante, artesano tejedor, platero, colchero, zapatero, pellejero, latonero, trapero, carpintero, calcetero, jubetero, tendero, zurrador, ropero y encuadernador. Y en el sector terciario como doctor, escribano, mercader, recaudador y alcaide. También fundaron cofradías, tuvieron sus propios jueces y rabinos, levantaron dos sinagogas y otros edificios de uso público como carnicerías, baños y hasta tuvieron cementerio propio. Guardaron el sábado y practicaron libremente su religión viviendo entre cristianos y moriscos.

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En el período de 1477-1478 la aljama llegó a contar con 1.680 habitantes. Hasta que el decreto de Expulsión de 1492 les colocó ante la disyuntiva de conversión o exilio, partiendo la mayoría mientras que algunos permanecían convertidos al cristianismo. Esta fecha marca el final de la aljama complutense, pero no de la incesante actividad comercial que ésta había establecido en su calle Mayor, que también lo era de la villa, y que ha permanecido hasta hoy.

La principal aportación al legado sefardí español de los judíos complutenses, a falta de restos arqueológicos, ha sido la morfología urbana que ha conservado calles, plazuelas y callejones del barrio judío tal y como estaban, y especialmente, su eje principal: la calle Mayor. Si comparamos un plano del centro histórico actual con otro del siglo XIII veremos que prácticamente todos esos elementos coinciden. La presencia judía en esta calle era tan significativa que el resto de la población se refería a ella como la «cal de la judería», (calle mayor del barrio judío), y en torno a ella fue expandiéndose la aljama con la llegada de más familias que levantaban sus peculiares casas tienda, aportando su rasgo más destacado: los soportales.

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Éstos se sustentan en la actualidad sobre 343 columnas que originalmente eran pies derechos de madera, mandados sustituir en el s. XVI por el cardenal Cisneros por columnas de piedra, la mayoría procedentes de la Complutum romana, que fueron reemplazados por pilares cuadrados de piedra y hormigón en el s.XIX, salvo algunas que se salvaron por cumplir con la nueva normativa.

El origen de los soportales hay que buscarlo en la naturaleza de las viviendas de esta calle que no tenían originalmente fachadas tal como las vemos hoy, sino que muchas presentaban salientes voladizos en los pisos superiores formando una galería cubierta, de igual medida que la acera y los soportales, a la que sólo accedían sus moradores judíos, los cuales prácticamente realizaban su vida doméstica independiente del resto de sus vecinos que acudían a los puestos comerciales que ellos tenían en el piso inferior, bajo la galería, para comprar los productos y servicios que ofrecían. Un lugar ideal para ejercer el comercio sin temor a que las inclemencias del tiempo lo impidieran. 

 

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Fruto de esta actividad comercial hay que destacar un punto de esta calle conocido como la esquina del Cambio en la confluencia de la calle Mayor con San Felipe Neri donde había casas y tiendas que ejercían algunos de los oficios arriba mencionados y probablemente situaban sus puestos los cambistas, oficio que desempeñaban los judíos donde cambiaban por moneda local las monedas que traían los mercaderes. Tras la expulsión de los judíos en 1492 la aljama desapareció y las galerías superiores fueron tapiadas y añadidas a las viviendas dando lugar a la imagen de la calle soportalada que vemos en la actualidad.

A lo largo de esta calle también se abrían, mediante una pequeña entrada, diversos accesos a los adarves que llevaban a corrales de vecinos que tenían pozos de uso comunitario y se cerraban por las noches. Alrededor de estos corrales se distribuían la mayor parte de las viviendas que solían ser construcciones de tapial, entramado de madera, techos de cañizo y cubierta de madera y teja de tres alturas unidas por una escalera, a las que se accedía, como ya he dicho, por medio de galerías de madera. Completaban la vivienda un par de habitaciones con ventanas abiertas al corral y cocina con chimenea. La distribución interior de las viviendas judías no difería de las cristianas, salvo por procurar un mayor aislamiento hacia el exterior. Como vemos hay una búsqueda constante de la intimidad en el entramado urbano medieval que también ha dejado su huella en otros dos elementos.

Uno es la alternancia de puertas y ventanas de una y otra acera de esta calle para que nunca quedasen enfrentadas, impidiendo así posibles miradas indiscretas del vecindario, y también  la inexistencia de calles perpendiculares en el resto de la aljama.

 

Complumiradas calle mayor Viviendas-del-barrio-judio

 

El otro elemento son las llamadas «mirillas judías» que se encontraban en el techo de los soportales, y cuyo origen deriva de la actividad comercial que se desarrollaba bajo las viviendas. Consistían en abrir una abertura de unos 10 cm de lado en el suelo del primer piso con vistas al soportal o al pasadizo a través del cual se podía ver quién llamaba a la puerta y decidir la conveniencia de facilitar o no las llaves al visitante, atadas a una cuerda por dicha abertura. De estas mirillas hoy se conservan siete: cuatro bajo los soportales de la calle Mayor y tres en la plaza de Cervantes, antes antigua plaza del Mercado.

Hasta esta plaza, hoy tan céntrica y emblemática, se fue ampliando la judería, así como hacia la calle de Santiago, y la de la Imagen. Sin embargo, se constata la presencia de judíos en otras calles más alejadas como la calle de los Tocinos, hoy de San Felipe Neri, que salía de la plaza del Palacio Arzobispal; en la plaza de la Picota, cerca de la catedral, y en la citada de la morería, calle de Santiago, lindando aquí sus casas con la muralla de la villa, puntos que unidos forman un cuadrilátero que conformaba los límites de la aljama.

Además de las viviendas particulares, la comunidad judía contaba con edificios públicos, muy relacionados con la práctica de su religión y donde desarrollaban la vida comunal: la sinagoga donde se reunían a rezar, las carnicerías donde compraban carne kosher y el mikwé, un baño donde realizaban sus abluciones rituales, todos ellos estaban en la calle Mayor de la Aljama, y hay que diferenciar dos zonas donde se hallaban. 

La zona donde estuvo la Sinagoga Mayor, que ocupaba un triángulo formado por las calles Mayor, Carmen Calzado y Escritorios con vértice en la antigua plaza de la Picota, actual de los Santos Niños, es donde hoy se encuentra el llamado Corral de la Sinagoga, anterior a 1266, que tuvo tres accesos, uno a través del adarve de la calle Mayor (entre los nº 35-37, pasaje que daba acceso al patio y se cerraba por las noches), llamado de la Cruz en el s.XVI y después calle de la Sinagoga. Y dos más, uno a la calle del Carmen Calzado, hoy desaparecido, y otro a la de los Escritorios. 

Complumiradas Corral-de-la-Sinagoga

 

De estos adarves se conservan más o menos transformados, alrededor de treinta con acceso a patios desde esta calle, aunque no todos son accesibles. Era éste el centro neurálgico de la judería porque en él se concentraban todas las actividades públicas: culto, administración, justicia, educación, ceremonias, rituales, etc. Aquí se nombraron jueces y rabinos con aprobación real, como el realizado en 1395 por el arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio, que nombró alcaide y juez mayor de todas las aljamas de su arzobispado a su médico, el converso Maestre Pedro. 

Está documentada la existencia de una escuela talmúdica desde 1290 donde fue docente de la Torá y el Talmud (libros sagrados hebreos) el escritor, pedagogo y tratadista judío Menahem Ben Zerah (1312-1385) durante 18 años, llegado desde Navarra en 1331, huyendo de las persecuciones. Así como el lingüista que participó en la realización de la Biblia Políglota Complutense bajo las directrices del cardenal Cisneros, el judeoconverso Alfonso de Alcalá (1465-1540). 

También impartió doctrina el filósofo y cabalista Isaac ben Yehudá Abravanel (1437-1508), influyente recaudador de impuestos del Reino de Castilla que estuvo en Alcalá entre 1485-1488, tras huir de Portugal y convertirse en asesor financiero de los Reyes Católicos. Muy integrado en la sociedad alcalaína, pero cuyo ascenso social despertó los recelos y envidias del entorno monárquico que facilitó su caída. La lista de personajes destacados de la aljama complutense sería muy amplia.

La sinagoga tuvo una capacidad, en pleno apogeo, de más de 600 personas. Su situación exacta y documentada se ubicaría en el corral y su emplazamiento sería el de la actual taberna irlandesa, anteriormente herrería, que se extendía hasta la calle Carmen Calzado por donde tenía otra entrada en el número 10, en el exterior del corral. En 1859 aún se conservaban las bóvedas del templo forjadas de broza y cubiertas de yeso blanco, que finalmente fueron destruidas en un incendio. En cuanto al baño público, es probable que ocupara alguna pequeña estancia aneja a la sinagoga Mayor como era habitual en las juderías medievales hispanas.

También las carnicerías se encontraban en esta zona, concretamente la llamada carnicería Vieja estaba en la esquina que forma la calle Mayor con la de Cervantes y en las casas que los judíos llamaban del mercado, hoy plaza de Cervantes, donde mataban y pesaban la carne y que una vez se marcharon al exilio se convirtieron en horno de cocer pan y después bodega. 

Complumiradas Soportales-en-la-antigua-plaza-del-Mercado,-hoy-de-Cervantes

 

La otra zona donde se concentraba la vida social de la aljama complutense se hallaba en las casas que hay desde la calle Mayor hasta la actual calle del Tinte y antigua Puerta de Santiago (hoy cercanías de la plaza de Atilano Casado y Vía Complutense), donde se encontraba la Sinagoga Menor que estuvo emplazada entre los números 18 y 22 de la calle de Santiago, junto a lo que más tarde fue el convento de Capuchinos, cuya iglesia se ha convertido en un restaurante. Hasta el s. XVI también estuvo en esta zona el Postigo de los Judíos, y en la calle del Tinte los mesones que frecuentaban, como el Mesón Pintado donde se alojó el mencionado Isaac ben Yehudá Abravanel.

Sólo queda situar el cementerio, que el que fuera alcalde de Alcalá, Esteban Azaña (1850-1890) ubicaba en el actual parque O’Donnell, y el historiador Antonio Castillo, cerca de la ermita de San Isidro. La única referencia documental que existe lo sitúa en este último lugar. Contaban los mayores, tiempo después de la expulsión, que «(…) los judíos tenían un onsario de media legua en largo, donde se enterraban, y era desde la puerta de Santiago, como van camino de Meco (…) allí pacía la hierba la villa de Alcalá (…)», según el historiador, aquellos terrenos, que hoy corresponderían a las inmediaciones del Paseo de la Estación con la calle Eras de San Isidro, habrían pasado a formar parte de los pastos comunales del concejo de Alcalá tras la expulsión de los judíos, como había sucedido en otras localidades hispanas.

Como decía al principio, no se ha conservado ningún resto arqueológico de estos edificios públicos que pertenecían a la aljama y que se financiaban con otras propiedades, también públicas, como casas y tierras que poseían en el municipio y de donde también procedían los sueldos de los rabinos, la manutención de viudas y huérfanos, etc.

Existe una Ruta de la Judería Complutense enmarcada en la Ruta de las Tres Culturas, que está señalizada con placas informativas que indican dónde se encontraban los lugares arriba mencionados.

@complumiradas

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