Un itinerario complutense para el mes de los difuntos V: Plaza del Herrezuelo

En la plaza del Herrezuelo, (herrezuelo=hierro pequeño), antes Plazuela del Rejo, Horno del Rejo o Royo, vivió la conocida como bruja María Santos, viuda del carpintero Sebastián García que trabajaba en la carpintería de la calle de Santiago y que según declaró dijo tener licencia del Santo Oficio para quitar hechizos.

Entonces la línea que separaba la superstición de lo que no lo era venía dada por el estatus de oficialidad. Su causa data de 1625, y es otra de las que se dieron en la audiencia de Alcalá por hechicería entre los s. XVI y XIX, aunque quedó inconclusa y no fue condenada.

La existencia de las hechiceras se producía sobre todo en ámbitos urbanos, y en el caso de Alcalá está relacionado con la fundación de la Universidad y el aumento de población, masculina sobre todo, que hizo de la ciudad una de las poblaciones del interior peninsular con más habitantes de la época, llegando en 1.591 a 2.345 vecinos, que llegaban de todas las regiones en busca de las oportunidades que ofrecía la nueva ciudad universitaria.

La vida de vecinos, profesores, estudiantes y criados estaba amenizada por alcahuetas, hechiceras, sortílegas, aojadoras, videntes, ligadoras (personajes algunos descritos en conocidas obras literarias del Siglo de Oro) que vivían principalmente de prometer amor con sus prácticas.

Los hechizos más corrientes eran los amorosos, seguidos de la adivinación, sanación, visiones y provocación de odios. Las hechiceras alcalaínas eran famosas por «ofrecer a sus clientes sogas y habas para conciliar amores».

Esta actividad era promovida por el desamparo que sentían las mujeres en su búsqueda de seguridad económica al vivir supeditadas al hombre, y por la necesidad de tener influencia en la esfera pública que les era negada por el orden social establecido.

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