El Corral de la Sinagoga, llamada así porque aquí se encontraba la Sinagoga Mayor del barrio judío, era el centro neurálgico de la aljama, y sitio donde se concentraban culto, administración, justicia, educación, ceremonias, rituales, etc. y, por tanto, toda la fuerza espiritual de la judería, y es por ello lugar mágico por excelencia de la aljama complutense.
La presencia de judíos en Alcalá está documentada desde 1118. El Corral tiene dos accesos, uno a través del adarve de la calle Mayor (entre los nº 35-37) y otro en la contigua Plaza de los Irlandeses. Aquí se nombraban jueces y rabinos con la aprobación real, como el del Maestro Pedro, nombrado Rabino Mayor en 1395.
Está documentada la existencia de la escuela talmúdica desde 1290 donde fue docente de la Torá y el Talmud (libros sagrados hebreos) el escritor, pedagogo y tratadista judío Menahem Ben Zerah durante 18 años. Así como el lingüista que participó en la realización de la Biblia Políglota Complutense bajo las directrices de Cisneros, Alfonso de Alcalá.
También pasó por aquí el financiero, hombre de estado, filósofo y cabalista Isaac Abravanel, que huido de Portugal se convirtió en asesor de los Reyes Católicos.
La sinagoga tenía una capacidad, en pleno apogeo, de más de 600 personas. Su situación exacta y documentada se ubicaría en el emplazamiento de la actual taberna irlandesa, anteriormente herrería, y se extendería hasta la calle Carmen Calzado, en el exterior del corral, con entrada dentro del mismo. En 1859 aún se conservaban las bóvedas del templo forjadas de broza y cubiertas de yeso blanco, que finalmente fueron destruidas en un incendio.
Los judíos practicaban la magia blanca para combatir la magia negra y estaba permitido. Era tan cotidiana que algunos de sus ritos han llegado hasta nosotros por la fuerza de la costumbre. Los mismos padres de familia eran los encargados de realizar estos rituales en sus propios hogares lo que convierte los patios de la aljama en lugares de gran concentración de ritos mágicos.
La expulsión de los judíos en 1492 o, la alternativa de convertirse al cristianismo cambió las leyes, y sus costumbres fueron proscritas y perseguidas por la Inquisición hasta el s. XIX en que fue abolida.
Según el escritor Sánchez Dragó, estudioso de las religiones, Alcalá fue «una guarida de Criptojudaísmo». Las causas contra criptojudíos, iban desde simples ritos hebreos hasta casos gravísimos de brujería judía como el del Santo Niño de la Guardia o el ultraje del Santo Cristo de la calle Infantas de Madrid.
En los procesos de Alcalá hubo seis inculpados por judaísmo entre 1483 y 1500. A todos se les acusó de guardar el sábado, la fiesta judía, y no guardar los domingos y las fiestas católicas. También de consumir comida propia de judíos, preparada a su modo, participar en ritos funerarios hebreos, y en general de practicar su religión.
Uno de los denunciados por criptojudaísmo, Fernando Núñez, hombre culto y comerciante, antiguo alcalde de Alcalá, abogado, comerciante y consultor del Arzobispo Carrillo, vivía en la calle Mayor, junto a la Sinagoga, en una casa ya desaparecida, desde la que, según decía él mismo, tiraba piedras desde su ventana a la Sinagoga para que se fueran de allí los judíos. Además los habitantes de la aljama tenían prohibido hablar con él. Era un auténtico converso. Las envidias fueron las causantes de las denuncias falsas que le llevaron a juicio, tras lo cual le condenaron, una vez fuera de la cárcel, a asistir a misa los tres primeros domingos en procesión con los clérigos, en camisa sin cinturón ni bonete, portando un hachón de cera.
Saliendo del corral por la calle Mayor encontramos el Hospitalillo, lugar donde vivió y predicó San Ignacio de Loyola y donde se dice que luchó contra las tentaciones y los demonios. Razones importantes para hacer una parada en esta zona.
@complumiradas
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leído por Luis Solís (padre de Yaiza y Luis).
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